martes, 18 de noviembre de 2008

EL SER SUPERIOR Segunda Parte

Una cita en Lugano...El trabajo de Santos Márquez no cesó. Apenas una semana después de vestir a Figo de blanco, el intermediario concertó una reunión en Marsella con Alain Miglaccio, representante de Zinedine Zidane. Nadie se explicaba cómo se pagaría el segundo cromo del álbum, pero el constructor, borracho de éxito, estaba empeñado en incorporar a la plantilla ese mismo año al mejor jugador del mundo. Esta vez Santos Márquez no viajó solo sino con dos de las personas de la máxima confianza de Florentino: su hermano Enrique y su abogado José Luis del Valle.Según pudieron comprobar, la disposición del francés para instalarse en Madrid era total y así lo transmitieron al presidente blanco. El mismo Florentino tuvo la oportunidad de confirmarlo en diciembre, con motivo de la celebración en Mónaco de la gala de la FIFA que eligió al francés el mejor jugador del año y al Madrid el mejor club del siglo. De la anécdota dio fe el propio jugador. Pérez le pasó una servilleta con una pregunta escrita en inglés: “¿Quieres jugar en el Real Madrid?”. Zidane, lacónico como siempre, respondió con un elocuente “Yes”. Comenzaba la parte más difícil: conseguir que la Juventus de Turín accediera al traspaso. Las primeras intentonas resultaron infructuosas y la prudencia aconsejó paralizar cualquier gestión hasta el año siguiente. Entre enero y mayo del 2001 el agente del Madrid realizó ocho viajes a Nápoles, siempre en lunes, para convencer de las bondades del traspaso al director general de la Vechia Signora, Luciano Moggi, afincado en esa ciudad del sur de Italia.Para desesperación del representante, todas las citas con Moggi parecían calcadas. El directivo italiano se limitaba a repetir machaconamente que Zidane no estaba en venta. Sin embargo, en el último encuentro algo cambió. Márquez le instó a que pusiera un precio por el jugador. Tras pensar un momento, Moggi respondió: “120 millones de euros”. La cifra era disparatada pero sugería que la Juventus se mostraba por fin dispuesta a entrar en negociaciones. El representante pidió 15 días para darle una respuesta y se volvió a Madrid con la certeza de que su insistencia había sido recompensada.La contestación del Madrid no tardó en producirse y fue correspondida con una invitación para celebrar una reunión en la localidad suiza de Lugano. Hasta allí viajaron en un avión privado Florentino Pérez, Santos Márquez y ‘Chitín’ del Valle, el abogado de ACS. Previamente, se había alcanzado un acuerdo con el jugador, y el propio Zidane había comunicado a los directivos de la Juventus sus deseos de marcharse. Los italianos habían rebajado sus pretensiones a 90 millones de euros, y lo harían más aún, hasta cerrar un acuerdo en 77 millones. El francés ya era madridista.... y otra en MontecarloEl plan que el ‘gordo Márquez’ diseñó para el candidato a la presidencia del Madrid se había completado con éxito. El entendimiento entre Pérez y el representante alcanzó en algún momento tales niveles de complicidad que el constructor llegó a ofrecerle el puesto de director técnico. Márquez, al que todos reconocían un sexto sentido para descubrir nuevos talentos, lo rechazó cortésmente, pero prometió trabajar desde fuera para el club, una actividad que le resultó extraordinariamente rentable. No tuvo que pasar mucho tiempo antes de que la confianza entre ambos se quebrara súbitamente.El primero de los desencuentros surgió en torno a Ronaldo. Con anterioridad al Mundial de Japón y Corea, el intermediario había planteado a Pérez la compra del jugador por una cantidad ligeramente superior a los 2.000 millones de pesetas. Florentino dijo que no, del mismo modo que descartaría fichajes como los de los portugueses Cristiano Ronaldo o Cuaresma o el del bético Joaquín.Probablemente influido por Jorge Valdano, Florentino razonó su negativa con el argumento de que la rodilla del delantero era de cristal y representaba un riesgo inasumible. Acostumbrado a apostar sobre seguro, Ronaldo, al que apenas un año antes se le desahuciaba prácticamente para el fútbol, constituía un factor de incertidumbre con el que no quería contar. Unos hacían equipos descubriendo nuevas promesas; él prefería comprar realidades, talonario en mano.Lo que ocurrió en el Mundial de 2002 le hizo cambiar de idea. El brasileño acabó convirtiéndose en máximo goleador del campeonato con ocho goles. La realidad volvía a llamarse Ronaldo y fue en ese momento en que su caché volvía a crecer como la espuma cuando empezó a interesar a Florentino. El asombro de quienes compartían mantel en el restaurante Viridiana de Madrid, entre ellos el ex embajador de España ante Naciones Unidas y ex director general del Madrid, Inocencio Arias, fue total cuando el constructor pronunció las palabras mágicas: “Voy a fichar a Ronaldo”. A mitad del Campeonato Florentino llamó a Santos a Mallorca para retomar la contratación del brasileño. El intermediario le explicó que ya no sería posible conseguir el mismo precio por el jugador. El constructor le pidió el teléfono del director general del Inter, Massimo Moretti, a quien invitó a su barco. Él mismo se encargaría de ajustar las cantidades y de concretar los detalles en otra reunión que decidieron celebrar en Montecarlo.De su mano a mano con Moretti en la capital del Principado, la Prensa vertió sobre Florentino elogios aún mayores de los que acostumbraba a dedicarle. Valdano, un técnico tan bien pagado -300 millones de pesetas al año- que a falta de competencias sobre fichajes hacía gratis de jefe de prensa, llegó a decir que había aprendido más viéndole actuar que con un master de negociación por Harvard. El Real Madrid cerraba la contratación de Ronaldo por 45 millones de euros, casi cuatro veces el precio que le ofreció su intermediario de cabecera. Eso sí, según se dijo, el Inter asumiría el riesgo si otra lesión en la rodilla dejaba inválido al delantero brasileño.El ‘éxito’ del fichaje no impidió que Florentino acusara a Santos Márquez de deslealtad por haber tratado de negociar a sus espaldas con el equipo italiano. En su descargo, el representante siempre sostuvo que todos sus contactos se realizaron con su conocimiento en un hotel de Mallorca, a escasa distancia, por cierto, del lugar donde Pérez tenía atracado su yate. Roto el idilio, nada volvió a ser lo mismo entre ambos.El síndrome de GlasgowQuienes frecuentaban al presidente del Real Madrid coinciden en destacar el cambio que se experimentó en su comportamiento tras la consecución en Glasgow de la novena Copa de Europa. Florentino –opinaban- había tocado el cielo y se había endiosado. El mágico gol de Zidane a los alemanes le transformó. Ensoberbecido, dejó de aceptar consejos y comenzó a reaccionar airadamente ante las críticas.Ello explicaría un hecho insólito en la historia del fútbol. Al acabar el partido contra el Bayer Leverkusen y antes de que diera comienzo la fiesta por el triunfo en la Champions, Florentino se reunió con el entrenador del Arsenal, Arsene Wenger, en la habitación del hotel donde éste se alojaba. El objetivo, lógicamente, era convertirle en entrenador del Madrid y prescindir de Vicente del Bosque, un técnico al que nunca quiso ver dirigiendo a sus galácticos. A Wenger el proyecto deportivo de Florentino le dejaba indiferente y no se dejó convencer ni en éste ni en otros contactos que se establecieron con él en los siguientes meses. Destituir al entrenador que había ganado las dos últimas Copas de Europa y preparar su relevo minutos después de que alzara el trofeo entre sus manos constituía, ciertamente, un comportamiento extraño.No era un secreto que Del Bosque no encajaba en el ‘marketing florentiniano’. Ya antes de convertirse en presidente del Real Madrid el constructor había planeado que José Antonio Camacho, entonces seleccionador nacional, ocupara el banquillo. A mediados de 2000 llegó incluso a pedir al omnipresente Santos Márquez que le preparara una reunión con el técnico, dada la amistad que les unía.Para sortear una posible negativa del entrenador, el representante concertó una comida con Camacho y con el periodista Alfonso Azuara en el restaurante L’Albufera del Hotel Meliá de Madrid, sin informarle de que Florentino haría acto de presencia. El constructor, por su parte, hizo una reserva en el mismo establecimiento para propiciar un encuentro aparentemente casual. Todo ocurrió según lo previsto. A los postres, Pérez se sentó a la mesa en la que compartían mantel el seleccionador nacional, el intermediario y el periodista. No era la primera vez que hablaba con Camacho. Con anterioridad, había estado en su casa en una par de ocasiones. El de ACS fue al grano y le dijo que le gustaría que fuese el entrenador del equipo. “Yo negocio con presidentes, no con candidatos”, le respondió el murciano con su natural desparpajo.Florentino, que no dejaba ningún cabo suelto, había conseguido del entonces secretario general de la Federación Española de Fútbol, Gerardo González, con quien mantenía espléndidas relaciones, el compromiso de no retener a Camacho si el Madrid le reclamaba. Con todo atado y bien atado, el triunfo frente al Valencia en Saint Denis vino a desbaratar sus planes e hizo posible que Del Bosque continuase al frente de la plantilla cuando él llegó a la presidencia ¿Alguien en su sano juicio hubiera destituido al entrenador que había ganado la octava Copa de Europa? Él, desde luego, no.Relevar a Del Bosque se había convertido en su gran obsesión. Al pulcro Florentino no le agradaba ese tipo desgarbado y feo que no encajaba en la ‘marca Real Madrid’, un anagrama virtual de gente guapa, rica y famosa. En los primeros tanteos con el francés Patrick Vieira, Florentino conoció a Peter Kenyon, entonces director deportivo del Manchester United. Tan buena impresión causó en el constructor que, sin pensárselo dos veces, llegó a ofrecerle un puesto con plenos poderes sobre el área deportiva en detrimento de Valdano. De no haber mediado una oferta irrechazable por parte del millonario Roman Abramovich, dueño del Chelsea, Kenyon hubiera cambiado Manchester por Madrid y no por Londres. Antes de sucumbir al talonario de Abramovich, Kenyon tuvo tiempo de facilitar a Florentino el fichaje de Bekcham y hasta de mostrarse especialmente locuaz cuando el constructor le preguntó a quién recomendaría como entrenador. Le dio dos nombres: el del seleccionador inglés Sven Goran Eriksson y el del ayudante de Fergusson en el Manchester, Carlos Queiroz. Del Bosque, esta vez sí, tenía los días contados. Endiosado o no por el triunfo de Glasgow, la relación con el intermediario que le había hecho ganar las elecciones se fue enrareciendo progresivamente hasta la ruptura definitiva. El detonante fue la renegociación del contrato del francés Claude Makelele, quien reclamaba un aumento de su ficha para equipararse a los galácticos. Santos Márquez y su socio Marc Roger plantearon abiertamente el asunto a Florentino Pérez en la cafetería del hotel Eurobuilding de Madrid. El presidente blanco les dijo que era imposible mejorar la ficha del centrocampista, pero que no se opondría a su traspaso a otro club si recibiera una oferta de entre 10 y 12 millones de euros. Un mes después, la conversación volvió a repetirse en el piano-bar del mismo hotel. A los dos intermediarios se unieron el jugador y su padre. Pérez insistió en el mismo argumento y reiteró que traspasaría a Makelele por una cifra semejante a las citadas. Se iniciaba la búsqueda de equipo para el francés.La oportunidad no tardó en llegar desde Londres, donde el Chelsea ofreció a Makelele un contrato por cinco temporadas. El día antes de que comenzara la primera gira asiática del club, ya con el metrosexual Beckham incorporado a la plantilla, el francés se comprometió por escrito con los británicos. Los meses anteriores habían sido pródigos en acontecimientos. El Madrid había perdido la semifinal de la Champions con la Juventus pero había ganado la Liga. No fue bastante para asegurar la permanencia de Del Bosque, al que Valdano comunicó en un cuartucho del Bernabéu la decisión de prescindir de sus servicios que había tomado la Junta Directiva a lo largo de una singular comilona en el restaurante El Señorío de Alcocer. La temporada comenzaba con Queiroz como técnico y con un nuevo galáctico en la constelación.El Chelsea no sólo estaba interesado por Makelele. De hecho, trasladó a Jorge Valdano una propuesta conjunta por Figo, Raúl y Makelele que superaba los 120 millones de euros. En el caso del delantero madrileño, los británicos hablaron directamente con su representante, Ginés Carvajal, al que plantearon un contrato irrechazable. “Las cifras eran mareantes”, subraya uno de los conocedores de la oferta. El acuerdo, no obstante, resultó imposible. A Florentino no se le pasaba por la cabeza deshacerse de sus ‘cromos’. Con Makelele como único objetivo, los ingleses esperaron su regreso de Japón para cerrar el acuerdo con el club. Pero ocurrió lo previsible entre mercaderes. El Madrid quiso exprimir más el limón y se negó inicialmente a desprenderse del jugador, que reaccionó infantilmente negándose a entrenar. Su padre, sin duda un tipo de acción, viajó hasta Mallorca casi de inmediato en busca de Florentino, al que quiso recordar a puñetazos la promesa de traspasar a su hijo que había formulado en su presencia. Poco faltó para que el encuentro degenerara en un auténtico altercado. En un ambiente de gran crispación, el Chelsea aumentó su oferta, tal y como se pretendía. El dinero abre todas las cerraduras.Santos Márquez jamás perdonó a Florentino que no cumpliera su palabra y el constructor borró al intermediario de su agenda. Ninguno de los dos es buen enemigo. El presidente le negó el acceso al club; el representante se dedicó desde entonces a encarecer la nómina de la plantilla, presentando ofertas por jugadores que acababan su contrato, tal era el caso de Michel Salgado. Su última maniobra fue acompañar a Ronaldo a Londres para que escuchara hasta dónde llegaba el interés del Chelsea en contratarle. Dulce venganza si hubiera podido ejecutarse.La leyenda ‘negra’A cuenta del ‘caso Makelele’ comenzó a forjarse una leyenda que tenía que ver con un supuesto ‘tic’ racista del primer ejecutivo de ACS. Para algunos de sus adversarios esa animadversión explicaría su actitud en varios episodios cuyos protagonistas eran jugadores negros, categoría en la que no incluyen a los brasileños Ronaldo y Roberto Carlos.Makelele era el sexto jugador negro que dejaba el Real Madrid desde la llegada a la presidencia de Florentino, si bien es cierto que en el caso de Anelka el consenso sobre la necesidad de vender al jugador era unánime. Cedidos y traspasados fueron también Julio César, Geremi, Flavio Conceiçao y Samuel Eto’o. Respecto a este último, la altivez de Florentino contribuyó a alimentar la maledicencia. En pleno culebrón sobre si el jugador regresaría al Madrid o terminaría en el Barcelona –como finalmente sucedió-, el presidente blanco hizo que el director deportivo Emilio Butragueño viajara a Mallorca para negociar con Eto’o, pese a que él mismo se encontraba a bordo de su yate, el Pitina, atracado a poco menos de un kilómetro del domicilio que el camerunés tenía en la isla.Otro culebrón fue el de Patrick Vieira, el jugador francés negro del Arsenal. Durante el verano de 2004 decenas de portadas de los diarios deportivos dieron por hecho que acabaría siendo el nuevo galáctico del Madrid. ¿Acaso había fracasado Florentino en alguno de sus intentos de fichar a un crack? La historia, en realidad, había comenzado un año antes. Vieira y el constructor habían cenado juntos en Madrid en El Señorío de Alcocer, uno de los locales preferidos de Florentino. En la cena también estuvo presente Makelele. A la estrella del Arsenal no le gustaron algunos comentarios despectivos que el presidente del Madrid hizo de su amigo Claude, aunque quedó en trasladar al club una idea aproximada de sus pretensiones económicas. El resto de la noche pasó para Viera como un suspiro en un local de alterne de la capital y, sin dormir, tomó su avión de regreso.Días después el francés comunicaba sus pretensiones: cinco millones de euros por temporada. Cuando se le trasladó la cifra, Florentino dejó claro que el club tenía dos escalas salariales: la de los galácticos y la del resto. Vieira, al parecer, no estaba en la primera categoría ni podría estarlo nunca. El fichaje, lógicamente, se truncó en aquel mismo instante.Ciertamente, la única discriminación comprobable de la que podía responsabilizarse a Florentino se había producido en el vestuario, donde mantuvo un trato preferente con sus ‘estrellas’, a las que recibía y mimaba al margen del entrenador y del resto de la plantilla. El presidente del Real Madrid demostró que podía ser muy comprensivo con Figo y emplear su precioso tiempo en convencerle de que grabase un spot de Audi, patrocinador del equipo, aunque no le gustase el coche, como argumentaba el portugués para negarse. O que podía convertirse en un padre severo para impedir que Figo y Ronaldo se fueran a ‘pasear’ por Moscú horas antes de un partido decisivo contra el Lokomotiv.Estas deferencias de Florentino con algunos de los galácticos provocaron los primeros roces con José Antonio Camacho, cuyas experiencias como entrenador del Madrid han estado marcadas por lo efímero. La segunda gira asiática del club hizo comprender al entrenador lo difícil que sería gobernar un equipo en el que algunos de sus integrantes podían incumplir las obligaciones impuestas al resto sin sufrir consecuencia alguna.Camacho había conocido otro Real Madrid, que nada tenía que ver con la entidad a la que había regresado como entrenador. La anécdota de su propio fichaje es suficientemente ilustrativa. El entonces jovencísimo jugador del Albacete pretendía una ficha de un millón de pesetas y el gerente del club, Antonio Calderón, le explicó que el club no podía acceder a sus pretensiones porque la norma interna para los jugadores de su edad (18 años) obligaba a hacer contratos por debajo de esa cantidad. Aun así, antes de romper las negociaciones, Calderón le pidió que le explicara el motivo de su obstinación en el millón de pesetas, cuando lo previsible era que más adelante superara con creces esa cantidad. Camacho le respondió que era el dinero que necesitaba para comprar una casa a sus padres.La razón esgrimida conmovió a Calderón, que bajo la mirada y escribió sobre el contrato la cifra de 999.999 pesetas. Después introdujo una mano en su bolsillo, rebuscó entre las monedas y colocó una peseta sobre la mesa. “El resto lo pongo yo”, dijo. Así era el Real Madrid de principios de los años 70. Camacho había conocido un equipo de fútbol en el que había principios, las normas se cumplían y las apariencias se guardaban, y se encontraba ahora como entrenador de un puñado de caprichosos modelos de televisión.Uno de estos modelos fue el detonante de su dimisión. El entrenador había decidido por razones técnicas dejar a David Beckham en el banquillo el día del partido contra el Espanyol en Barcelona, el 18 de septiembre de 2004. Sonó su móvil. Era Florentino Pérez. Le dijo que había visto la alineación y que Beckham tenía que saltar al campo obligatoriamente porque el contrato que se había renegociado con Adidas exigía que el inglés jugara salvo casos de lesión. “Si esto es así, siéntese usted en el banquillo porque yo le presentó la dimisión”, contestó Camacho. Beckham fue suplente durante el primer tiempo y sustituyó a uno de sus compañeros en el minuto 55. La dimisión se hacía oficial poco después. Un pacto de confidencialidad sellaría los labios del entrenador sobre este incidente. El coleccionista de cromos despegaba a Camacho de su álbum sin ningún miramiento.
las puertas del Club de los Iluminados se abren de par en par, no comparto simpatia por este club, pero reconozco que Tito Flo tiene mucha luz, esperamos ansiosos, escuchar ese never,never,never.. Florentino Perez, ¡Gran Iluminado!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Flo tiene mucha más clase que Calderon, aunque yo lo veo más como un adinerado que como un iluminado. No obstante, me gusta mucho el articulo señor X. Sensacional bloJ.